Los fotorreceptores son células neuronales ubicadas en la retina que se encargan de transformar la luz percibida en el ojo a señales eléctricas que son procesadas por el cerebro para crear imágenes visuales.
Este proceso se conoce como fototransducción, y una vez se ha producido, las células ganglionares de la retina (CGR) se encargan de conducir las señales eléctricas al cerebro a través del nervio óptico, permitiendo así que se produzca la función visual.
Existen dos tipos de fotorreceptores: conos y bastones. Los conos funcionan bajo condiciones de luz intensa, son capaces de distinguir colores y percibir pequeños detalles esenciales para la visión central. Por otro lado, los bastones son más sensibles a la luz y permiten la visión en condiciones de baja luminosidad como, por ejemplo, durante la noche. No son capaces de diferenciar colores, pero facilitan la percepción de formas y movimientos en la periferia visual.