Por todos es conocido que la apariencia física de los alimentos tiene un gran impacto en nuestro apetito por ella. Pero, ¿alguna vez nos hemos preguntado qué efecto tiene en específico el color? Si tuviésemos que elegir entre dos alimentos iguales pero con distinto color, ¿cuál escogeríamos? Por ejemplo, un donut, que resulta del agrado de la mayoría de las personas, dependiendo del color del “topping” o cobertura que llevase sobre él, sería más o menos deseable para nosotros. Y es que la visión juega un papel muy importante en aquello que nos llevamos a la boca.
El color sirve de alerta
Nuestro genoma (el conjunto de genes de nuestro organismo, es decir, nuestro ADN) es prácticamente idéntico desde hace millones de años, por lo que está “diseñado” para sobrevivir en un medio muy diferente al que vivimos ahora, en el cual estábamos rodeados de constantes peligros y teníamos que cazar y recolectar nuestra propia comida. Por ello, estamos dotados de ciertas características “innatas” que nos eran de utilidad en dicho entorno y que siguen presentes en nosotros aunque en muchas ocasiones no seamos conscientes de ello. Un claro ejemplo de esto es nuestra selección de las comidas en base a su color y sabor, pues si nos damos cuenta, la mayoría de la población se decanta por gustos alimentarios bastante parecidos a grandes rasgos. Para ilustrar esta idea emplearemos el caso de los niños, quienes suelen rechazar las verduras y alimentos amargos, pues esto forma parte de un “sistema de alerta” que nos indicaba la presencia de veneno, ya que la mayoría de los tóxicos son amargos. De esta forma, contábamos con una protección innata a la hora de elegir nuestros alimentos en épocas prehistóricas para así garantizar nuestra supervivencia.
¿Qué colores destacan?
En cuanto a las tonalidades de los alimentos, se ha podido comprobar que el color azul es el que nos resulta menos apetecible a la hora de elegir nuestra comida, por lo que si debemos elegir entre caramelos u otros alimentos que contengan un colorante de dicho color (pues en la naturaleza es raro encontrarlo) o que sean de otro color, sin duda elegiremos estos últimos. Una prueba sencilla es fijarse en las bolsas de chucherías de los niños; en las cuales el color azul probablemente sea el menos abundante.
Se piensa que este rechazo por el color azul en la comida podría ser una “herramienta de protección” donde nuestro cerebro asocia el azul con peligro, pues en las comidas naturales, este color puede indicar que un alimento está en mal estado (por ejemplo la carne), tiene hongos (por ejemplo el queso) o es tóxico. De hecho, son los colores sintéticos o artificiales los que menos nos atraen a la hora de elegir nuestra comida, mientras que aquellos como el rojo, amarillo o naranja, presentes en muchos alimentos naturales, suelen ser los preferidos por los consumidores.
Otro dato curioso, además de la influencia del color en la selección de los alimentos, es su influencia en la percepción del sabor de éstos. Se ha podido comprobar que aquellas comidas con colores más intensos nos hacen percibir un sabor también más intenso. En uno de los estudios realizados para comprobar esto, se emplearon dos zumos de naranja idénticos, a excepción de que uno de ellos presentaba un color más intenso al haberle añadido colorante previamente. A pesar de tener el mismo sabor, los participantes describieron como más dulce aquel con el color más intenso.
Estas y otras muchas curiosidades nos muestran como en nuestro día a día, la visión no solo está involucrada en “ver” sino que afecta en gran medida a nuestros otros sentidos.
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