Investigadores de la Universidad de Montreal han llevado a cabo un estudio en el que afirman que, a pesar de no tener visión de forma consciente, ciertos invidentes pueden detectar la luz. ¿Parece contradictorio verdad? Para intentar explicar estos resultados dentro de los conocimientos actuales, primero hemos de repasar unos conceptos básicos acerca de la luz y la visión.
Lejos de lo que muchos piensan, no vemos con los ojos, sino con el cerebro; ya que aunque el ojo es el órgano sensorial responsable de la visión, no es el que interpreta las imágenes que vemos, pues esto corre a cargo del sistema nervioso central. Los rayos lumínicos entran en el ojo a través de la pupila (pequeño orificio negro en el centro del iris) atravesando las diferentes estructuras intraoculares hasta llegar a la retina que se corresponde con la parte más posterior del ojo. A este nivel, gracias a la actuación de unos fotorreceptores especializados, los conos (encargados de la visión en color) y los bastones (encargados de la visión en la oscuridad), las ondas lumínicas son transformadas en impulsos eléctricos. Estos impulsos, viajan a través de las fibras que componen el nervio óptico para llevar la información hasta el cerebro que es donde en último término se interpretará la imagen.
Otras funciones de la luz
Además, hay que tener en cuenta que la luz no solo nos permite ver aquello que nos rodea, sino que resulta vital en numerosos procesos cognitivos. El más conocido de ellos es permitirnos distinguir el día y la noche, pues nuestro organismo no se comporta del mismo modo en estas situaciones, siendo las reacciones bioquímicas en nuestro cuerpo significativamente distintas (regulación de ciclos circadianos). Esto nos permite sincronizar nuestra psicología, comportamiento y metabolismo con el entorno, encontrando niveles muy distintos de las hormonas y otras moléculas encargadas de las distintas funciones del organismo durante el día y la noche. Por ejemplo, en las horas diurnas, la luz estimula la actividad cerebral mejorando la atención y el humor.
La hipótesis
Los investigadores de la Universidad de Montreal sugieren que los cerebros de ciertos invidentes son capaces de detectar o “ver” luz, a través de un receptor retiniano distinto de los conos y bastones antes mencionados, que mantiene la capacidad visual aun cuando los fotorreceptores encargados de la visión hasta ahora conocidos han perdido su capacidad para procesar los estímulos lumínicos. Para alcanzar dichas conclusiones, los participantes del estudio fueron sometidos a una serie de pruebas.
El estudio
En primer lugar, se les pidió que indicaran cuándo una determinada luz azul se encontraba encendida o apagada, y a pesar de no ser capaces de “ver” conscientemente, acertaron en un número de casos sustancialmente mayor del esperado por azar, es decir, que los resultados fueron significativos. A partir de ello, se concluye que los sujetos debían tener algún tipo de “capacidad visual no consciente”. Las otras pruebas realizadas apoyan estos hallazgos pues se monitorizó la actividad cerebral en el momento en el que los participantes del estudio estaban sometidos a la luz, a la vez que su nivel de atención ante un sonido era monitorizado. El propósito de esta prueba era comprobar si la presencia de luz alteraba la capacidad de atención de los sujetos y efectivamente lo hizo de forma positiva. Estos resultados se apoyan además en técnicas de imagen de resonancia magnética cerebral.