Científicos de la Universidad de Tufts (EEUU), han logrado injertar un ojo en la cola de embriones de renacuajos ciegos, procedente de donantes de su misma especie, y lo más sorprendente de todo, ¡es que el ojo ectópico funciona! Este hecho no encaja con lo que hoy en día sabemos del funcionamiento de la visión, pues cuando las imágenes entran en el ojo y estimulan a los fotorreceptores de la retina, la señal lumínica es transformada en señal eléctrica para viajar a través del nervio óptico al cerebro, ya que hay que tener en cuenta que donde realmente se interpreta la imagen es en el cerebro, no en el ojo. Por tanto, ¿cómo puede ser que un ojo implantado en la cola del renacuajo pueda ser funcionante sin estar conectado al cerebro?
En los últimos años se han llevado a cabo múltiples ensayos que han obligado a la ciencia a replantearse muchos de los “dogmas” que durante siglos se han creído ciertos, entre otros la creencia de la poca adaptabilidad del sistema nervioso central (SNC) ante situaciones cambiantes. En un principio incluso se pensaba que las neuronas no tenían capacidad de regeneración, teoría que ha sido ya desestimada. Actualmente, la idea de un sistema nervioso con capacidad de adaptación frente cambios del sistema externo e interno, viene englobada bajo el concepto de plasticidad neuronal, neuroplasticidad o plasticidad sináptica.
Este nuevo modelo experimental llevado a cabo en renacuajos, ha permitido comprobar cuan adaptable y flexible puede llegar a ser el SNC, incluso más de lo que se pensaba durante estos últimos años en los que se empezaba a vislumbrar la capacidad de adaptación de este sistema. En el experimento, se pudo comprobar cómo los nervios que salían de los ojos ectópicos (aquellos implantados en la cola) crecían hacia la médula espinal en aquellos renacuajos en los que se logró que el ojo extraño fuese funcionante. Lo curioso de todo esto es cómo el cerebro logró lidiar con esta nueva información, catalogándola de información visual, cuando su origen era uno que no entraba dentro de la normalidad, por lo que el cerebro no estaba programado para interpretarla como tal. Hay que tener en cuenta que la información no llega al cerebro en forma de imágenes, sino en forma de estímulos eléctricos, y es la localización cerebral a la que llega dicha información, la que permite al cerebro diferenciarla como información visual, sensitiva, olfativa y demás. Así que, ¿cómo pudo el cerebro saber que eso era información visual y no información sensitiva u olfativa, o simplemente un foco de infección? Y siendo así, ¿qué áreas cerebrales participan el ello?
Añadido a todo esto, cabe cuestionarnos si la visión a través de ese ojo es correcta, pues se sabe que hay visión, pero no si es igual a la que procede de un ojo normal, ni si es de la misma calidad. A estos interrogantes se suman muchos otros, como hasta cuántos ojos extra se podrían implantar en dicho animal, si esto puede ser extrapolado a humanos, etc. Desde luego este experimento abre una nueva puerta hacia una amplia línea de investigaciones que esperemos en un futuro nos ayuden a comprender más a fondo el SNC, que sigue siendo en parte un gran desconocido para los científicos.
Por ahora, lo que está claro es que los resultados de esta investigación y de las derivadas de ella, sin duda serán la base de muchos avances en tecnología biónica y medicina regenerativa.
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